Nuevamente los actos de corrupción vinculados a la gestión de cargos públicos tocan la puerta de la Asamblea Nacional. Si, ese organismo que el año anterior terminó con una reputación del 2% se ve empañada otra vez en hechos bochornosos.
Esta vez, la segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Bella Jiménez, fue denunciada por la bancada de la Unión por la Esperanza (UNES) y por la Izquierda Democrática (ID), por presuntamente gestionar cargos en instituciones públicas.
En la denuncia presentada se han adjuntado audios, capturas de pantalla de conversaciones y comprobantes de depósitos al hijo de la acusada. Se la señala de haber solicitado dinero para enrolar a personas en la Asamblea Nacional, la Comisión de Tránsito del Ecuador y en hospitales públicos. Han regresado las viejas prácticas del reparto.
Como respuesta, la asambleísta difundió un boletín de prensa en el que responsabilizó a su grupo de asesores. Que ellos han sido quienes han tomado sus equipos de comunicación personales. Resume que todas esas denuncias son parte de una campaña de desprestigio en su contra. Como siempre el mismo discurso: que es víctima de persecución política por su trabajo de fiscalizadora.
Jiménez cree que los ecuatorianos somos distraídos o que miramos para otro lado. Que exista una población que no le llame la atención la política, precisamente por estos sucesos, no quiere decir que el resto no se interesa por la situación del país. Estas acciones demuestran únicamente la paupérrima clase política de ciertos candidatos, que solo llegan al poder para convertirse en agencia de empleos.
Ecuador necesita mejorar sus condiciones de trabajo. Son miles de ecuatorianos que migran semanalmente a los EE.UU. por la falta de oportunidades. Escuchar nuevamente este tipo de actos causa indignación y desesperanza. Hace falta una clase política proba, transparente y sobre todo ética.
Nos merecemos políticos que levanten al país. Hemos pasamos los más duro de la pandemia que ha provocado la muerte y el desempleo de miles de ecuatorianos. Únicamente hace falta voluntad política. ¡Así no “honorables” asambleístas!
Por: Santiago León
COMUNICADOR INSTITUCIONAL