Los casos de sicariatos, asaltos a modo de sacapintas, robos de vehículos, amedrentamiento con arma blanca, se han vuelto recurrentes en Cuenca. Si, en nuestra ciudad en la que hace pocos años usted caminada sin el temor de encontrarse con motociclistas armados, que no les tiembla la mano de asesinar a una persona si intenta defenderse.

¿Pero qué está pasando? Retrocedamos un poco la cinta. Hace unos ocho años el Gobierno de turno hablaba de un nuevo modelo carcelario. Uno que iba a garantizar un verdadero proceso de rehabilitación de los privados de la libertad.

Se construyeron cárceles modernas con sistemas de seguridad de última tecnología, aulas de aprendizaje, talleres, equipamiento informático, escáneres y cámaras, en fin, un verdadero complejo carcelario.

Todo sonaba bonito. El Estado estaba comprometido con mejorar la rehabilitación social y acabar con el hacinamiento carcelario. Nos dijeron que la cárcel de Cuenca estaba obsoleta y que van a construir una nueva en Turi. Que solo albergaría a presos de la región. ¡Vaya tomadura de pelo!

Conforme pasaban los años mirábamos en los noticieros como trasladaban a Turi, a los cabecillas de las bandas delincuenciales. Pero hay un tema de por medio que no veíamos. Ese traslado también implicaba que los integrantes de las organizaciones armadas cambiaban su sede. Pregunte usted como casas en Turi han sido arrendadas por personas sospechosas. Los grupos delincuenciales vieron en Cuenca un festín.

Pero no nos toca más que cuidarnos por nuestra cuenta. Si va a vender su carrito a un extraño no vaya solo, encuéntrese en un lugar público; prefiera las trasferencias bancarias que llevar dinero en efectivo; no deje sus pertenencias en el carro; no vaya chateando con la ventana abierta del vehículo. En algo disminuirán los atracos, pero siempre seremos vulnerables.

Que podemos esperar si la justicia dicta prisión a un policía que abate a delincuentes; mientras que a los ladrones les otorgan medidas sustitutivas o los mandan a la casita a cumplir su pena. Burda realidad.

Por: Santiago León

Comunicador Institucional

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