Cuenca ha dejado de ser la ciudad segura de años atrás. En las últimas semanas hemos visto casos de sicariatos al puro estilo de las series de narcos. Y ni hablar de los robos a mano armada por sujetos en motocicletas. También se ha vuelto común los atracos de los sacapintas. Las estructuras delictivas de a poco se toman la urbe.
Uno de los grandes problemas sin duda es la venta de drogas. Es común ver en los noticieros como en Guayaquil o en Quito las bandas se disputan el territorio, por la venta de los estupefacientes. Sin duda, en Cuenca esta situación podría pasar.
Es que la sensación de caminar con tranquilidad por la ciudad se ha perdido. De seguro que para usar su celular en lugares públicos lo ha pensado dos veces. La inseguridad nos tiene atemorizados. Inclusive, hace pocas semanas conocimos el caso de personas que fueron víctimas de la delincuencia por vender sus vehículos.
Hemos visto controles en zonas peligrosas como el Terminal Terrestre, La Feria Libre o la Nueve de Octubre, pero lo delincuencia no se amedrenta.
Es que adicional a este problema tenemos un sistema judicial que deja mucho que desear. Vea usted como delincuentes capturados en delito flagrante salen libres a las pocas horas. O qué decir de policías que por cumplir su deber terminan condenados a prisión.
La ciudadanía espera de sus autoridades acciones concretas. Que los presupuestos se utilicen para mejorar las condiciones de la policía, de los guardias civiles, para la dotación de equipos tecnológicos, para programas de rehabilitación social. Pero ante todo contar con un sistema judicial transparente, libre de los tentáculos de la corrupción.
Cuenca no puede seguir perdiendo su distinción de ciudad segura y de paz. Cansa escuchar que cada acto delictivo es un “hecho aislado”. ¡Estamos atrapados!
Por: Santiago León
Comunicador Institucional