Lo ocurrido el 28 de marzo en la parroquia Sayausí duele. Ver el rostro de las personas que avanzaban a rescatar sus “cositas” en medio del agua y el lodo estremece el corazón. Y más triste mirar como un vehículo es arrastrado por el fuerte aluvión y desaparece con sus ocupantes. Cuatro personas fallecieron, en un día que las lluvias cayeron como nunca se había visto. Decenas de casas también se perdieron.
La solidaridad de los cuencanos no se hizo esperar. A los pocos minutos los vecinos de la zona ayudaban a los afectados y los ubicaban en los albergues. Asimismo, escuchamos como restaurantes y hosterías del sector prestaron sus instalaciones para recibirlos. ¡Aplausos y de pie!
Los medios de comunicación empezaban a emitir información de los hechos y pudimos evidenciar la magnitud de la emergencia. Paralelo a este evento las plantas de agua potable, que abastecen a gran cantidad de hogares de la ciudad, colapsaron por la turbiedad del líquido vital. Además, el servicio de internet resultó afectado por el deslizamiento. La situación era crítica.
Pero asimismo llegó la vanidad política. Los equipos de comunicación de las autoridades llegaron como la velocidad del rayo. Empezaron a generar contenido mostrando a sus jefes poniendo el hombro. Arremangados, con los zapatos llenos de lodo, sudando, con los rostros sucios, en fin, todo valía para registrar los hechos y mostrarse como autoridades preocupadas por los conciudadanos.
Que bien que hayan llegado a dar una mano. Es más, se habla en positivo cuando un político acompaña a los ciudadanos que atraviesan por dificultades. A parte de eso es su deber. Pero montar, en medio de una tragedia, una producción cinematográfica en el que aparecen como los protagonistas está demás. Si quieren mostrarse como excelentes políticos vean otros espacios y no aprovechen la coyuntura.
Y ni hablar de las redes sociales. Fuimos testigos de la pelea entre las cuentas del Ministerio de Transporte y Obras Públicas y la del Municipio de Cuenca. Dimes y diretes entre funcionarios. Toda una trifulca para inclinar la balanza de quién ayudó más en la emergencia. Pero les voy a contar un secreto. Lo que ocurre o pasa en las redes sociales se queda ahí. No tiene ningún efecto en la vida real. Una completa vergüenza ¡Ya modérense!
Por: Santiago León
Comunicador Institucional